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Al frente de los hombres, como Palas
O Belona que arruína las ciudades.
Despues de mucho tiempo que Diomédes
Por medio de las filas la seguia,
Deseoso de herirla, al fin la alcanza,
Y al asaltarla con su lanza hiere
Encima de su mano tan imbecil.
Pasa el acero agudo aquel ropage
Con que cubria á su hijo, fabricado
Por mano de las Gracias, y este golpe
El cutis le arrolló sobre la palma.
Corre la inmortal sangre de la Diosa,
Que es un sutil Icór, como un rocío
O un divino vapor, porque los Dioses
No toman alimento de los dones
De Ceres, ni presentes del Dios Baco,
Sino exquisito nectar y ambrosía,
Y son por esto exängües é inmortales.
Sintiendose, pues, Venus asi herida
Llena el ayre de gritos y lamentos,
Dexa caer á su hijo tan querido;
Y Apolo recibiendole en sus brazos,
Con una niebla obscura le rodea,
Para que ningun Griego le pasase
El pecho con su acero, y le matase.