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CANTO CUARTO

rranco abierto en el valle y producen un estruendo que oye desde lejos el pastor en la montaña; así eran la gritería y el trabajo de los que vinieron á las manos.

457 Fué Antíloco quien primeramente mató á un teucro, á Equépolo Talisíada, que peleaba valerosamente en la vanguardia: hirióle en la cimera del penachudo casco, y la broncínea lanza, clavándose en la frente, atravesó el hueso, las tinieblas cubrieron los ojos del guerrero y éste cayó como una torre en el duro combate. Al punto asióle de un pie el rey Elefenor Calcodontíada, caudillo de los bravos abantes, y lo arrastraba para ponerlo fuera del alcance de los dardos y quitarle la armadura. Poco duró su intento. Le vió el magnánimo Agenor é hiriéndole con la broncínea lanza en el costado, que al bajarse quedara en descubierto junto al escudo, dejóle sin vigor los miembros. De este modo perdió Elefenor la vida y sobre su cuerpo trabaron enconada pelea teucros y aqueos: como lobos se acometían y unos á otros se mataban.

473 Ayax Telamonio tiróle un bote de lanza á Simoísio, hijo de Antemión, que se hallaba en la flor de la juventud. Su madre habíale parido á orillas del Símois, cuando con los padres bajó del Ida para ver las ovejas: por esto le llamaron Simoísio. Mas no pudo pagar á sus progenitores la crianza ni fué larga su vida, porque sucumbió vencido por la lanza del magnánimo Ayax: acometía el teucro cuando Ayax le hirió en el pecho junto á la tetilla derecha, y la broncínea punta salió por la espalda. Cayó el guerrero en el polvo como el terso álamo nacido en la orilla de una espaciosa laguna y coronado de ramas que corta el carretero con el hierro reluciente para hacer las pinas de un hermoso carro, dejando que el tronco se seque en la ribera; de igual modo, Ayax, del linaje de Jove, despojó á Simoísio Antémida.—Ántifo Priámida, que de labrada coraza iba revestido, lanzó á través de la muchedumbre su agudo dardo contra Ayax y no le tocó; pero hirió en la ingle á Leuco, compañero valiente de Ulises, mientras arrastraba un cadáver: desprendióse éste y el guerrero cayó junto al mismo.—Ulises, muy irritado por tal muerte, atravesó las primeras filas cubierto de fulgente bronce, detúvose cerca del matador, y revolviendo el rostro á todas partes arrojó la reluciente lanza. Al verle, huyeron los teucros. No fué vano el tiro, pues la broncínea lanza perforó las sienes á Democoonte, hijo bastardo de Príamo, que había venido de Abido, país de corredoras yeguas: la obscuridad veló los ojos del guerrero, cayó éste con estrépito y sus armas resonaron.—Arredráronse los com-