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LA ILÍADA

había de ser sufridora del trabajo; y puso para el vencido una copa doble. Y estando en pie, dijo á los argivos:

658 «¡Atrida y demás aqueos de hermosas grebas! Invitemos á los dos varones que sean más diestros, á que levanten los brazos y combatan á puñadas por estos premios. Aquél á quien Apolo conceda la victoria, reconociéndolo así todos los aqueos, conduzca á su tienda la mula sufridora del trabajo; el vencido se llevará la copa doble.»

664 Así habló. Levantóse al instante un varón fuerte, alto y experto en el pugilato: Epeo, hijo de Panopeo. Y poniendo la mano sobre la mula paciente en el trabajo, dijo:

667 «Acérquese el que haya de llevarse la copa doble; pues no creo que ningún aqueo consiga la mula, si ha de vencerme en el pugilato. Me glorío de mantenerlo mejor que nadie. ¿No basta acaso que sea inferior á otros en la batalla? No es posible que un hombre sea diestro en todo. Lo que voy á decir se cumplirá: al campeón que se me oponga, le rasgaré la piel y le aplastaré los huesos; los que de él hayan de cuidar quédense aquí reunidos, para llevárselo cuando sucumba á mis manos.»

676 Así se expresó. Todos enmudecieron y quedaron silenciosos. Y tan sólo se levantó para luchar con él, Euríalo, varón igual á un dios, hijo del rey Mecisteo Talayónida; el cual fué á Tebas cuando murió Edipo y en los juegos fúnebres venció á todos los cadmeos. El Tidida, famoso por su lanza, animaba á Euríalo con razones, pues tenía un gran deseo de que alcanzara la victoria, y le ayudaba á disponerse para la lucha: atóle el cinturón y le dió unas bien cortadas correas de piel de buey salvaje. Ceñidos ambos contendientes, comparecieron en medio del circo, levantaron las robustas manos, acometiéronse y los fornidos brazos se entrelazaron. Crujían de un modo horrible las mandíbulas y el sudor brotaba de todos los miembros. El divino Epeo, arremetiendo, dió un golpe en la mejilla de su rival que le espiaba; y Euríalo no siguió en pie largo tiempo, porque sus hermosos miembros desfallecieron. Como, encrespándose la mar al soplo del Bóreas, salta un pez en la orilla poblada de algas y las negras olas lo cubren en seguida; así Euríalo, al recibir el golpe, dió un salto hacia atrás. Pero el magnánimo Epeo, cogiéndole por las manos, lo levantó; rodeáronle los compañeros y se lo llevaron del circo—arrastraba los pies, escupía negra sangre y la cabeza se le inclinaba á un lado;—sentáronle entre ellos, desvanecido, y fueron á recoger la copa doble.

700 El Pelida sacó después otros premios para el tercer juego, la