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CANTO VIGÉSIMO TERCERO

que es mía, para que éstos sepan que mi corazón no fué nunca ni soberbio ni cruel.»

612 Dijo; entregó á Noemón, compañero de Antíloco, la yegua para que se la llevara, y tomó la reluciente caldera. Meriones, que había llegado el cuarto, recogió los dos talentos de oro. Quedaba el quinto premio, el vaso con dos asas; y Aquiles levantólo, atravesó el circo, y lo ofreció á Néstor con estas palabras:

618 «Toma, anciano; sea tuyo este presente como recuerdo de los funerales de Patroclo, á quien no volverás á ver entre los argivos. Te doy el premio porque no podrás ser parte ni en el pugilato, ni en la lucha, ni en el certamen de los dardos, ni en la carrera; que ya te abruma la vejez penosa.»

624 Así diciendo, se lo puso en las manos. Néstor recibiólo con alegría, y respondió con estas aladas palabras:

626 «Sí, hijo, oportuno es cuanto acabas de decir. Ya mis miembros no tienen el vigor de antes; ni mis pies, ni mis brazos que no se mueven ágiles á partir de los hombros. Ojalá fuese tan joven y mis fuerzas tan robustas como cuando los epeos enterraron en Buprasio al poderoso Amarinceo, y los hijos de éste sacaron premios para los juegos que debían celebrarse en honor del rey. Allí ninguno de los epeos, ni de los pilios, ni de los magnánimos etolos, pudo igualarse conmigo. Vencí en el pugilato á Clitomedes, hijo de Énope, y en la lucha á Anceo Pleuronio, que osó afrontarme; en la carrera pasé delante de Ificlo, que era robusto; y en arrojar la lanza superé á Fileo y á Polidoro. Sólo los hijos de Áctor me dejaron atrás con su carro porque eran dos; y me disputaron la victoria á causa de haberse reservado los mejores premios para este juego. Eran aquéllos hermanos gemelos, y el uno gobernaba con firmeza los caballos, sí, gobernaba con firmeza los caballos, mientras el otro con el látigo los aguijaba. Así era yo en aquel tiempo. Ahora los más jóvenes entren en las luchas; que ya debo ceder á la triste senectud, aunque entonces sobresaliera entre los héroes. Ve y continúa celebrando los juegos fúnebres de tu amigo. Acepto gustoso el presente, y se me alegra el corazón al ver que te acuerdas siempre del buen Néstor y no dejas de advertir con qué honores he de ser honrado entre los aqueos. Las deidades te concedan por ello abundantes gracias.»

651 Así habló; y el Pelida, oído todo el elogio que de él hiciera el hijo de Neleo, fuése por entre la muchedumbre de los aqueos. En seguida sacó los premios del duro pugilato: condujo al circo y ató en medio de él una mula de seis años, cerril, difícil de domar, que