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CANTO DÉCIMOCTAVO

en la elocuencia, y éste descollaba mucho más en el manejo de la lanza. Y dirigiéndoles, benévolo, la palabra, así les dijo:

254 «Pensadlo bien, amigos, pues yo os exhorto á volver á la ciudad en vez de aguardar á la divinal Aurora en la llanura, junto á las naves, y tan lejos del muro como al presente nos hallamos. Mientras ese hombre estuvo irritado con el divino Agamenón, fué más fácil combatir contra los aqueos; y también yo gustaba de pernoctar junto á las veleras naves, esperando que acabaríamos por tomarlas. Ahora temo mucho al Pelida, de pies ligeros, que con su ánimo arrogante no se contentará con quedarse en la llanura, donde teucros y aqueos sostienen el furor de Marte, sino que batallará para apoderarse de la ciudad y de las mujeres. Volvamos á la población; seguid mi consejo, antes de que ocurra lo que voy á decir. La noche inmortal ha detenido al Pelida, de pies ligeros; pero si mañana nos acomete armado y nos encuentra aquí, conoceréis quién es, y llegará gozoso á la sagrada Ilión el que logre escapar, pues á muchos se los comerán los perros y los buitres. ¡Ojalá que tal noticia nunca llegue á mis oídos! Si, aunque estéis afligidos, seguís mi consejo, tendremos el ejército reunido en el ágora durante la noche, pues la ciudad queda defendida por las torres y las altas puertas con sus tablas grandes, labradas, sólidamente unidas. Por la mañana, al apuntar la aurora, subiremos armados á las torres; y si aquél viniere de las naves á combatir con nosotros al pie del muro, peor para él; pues habrá de volverse después de cansar á los caballos, de erguido cuello, con carreras de todas clases, llevándolos errantes en torno de la ciudad. Pero no tendrá ánimo para entrar en ella, y nunca podrá destruirla; antes se lo comerán los veloces perros.»

284 Mirándole con torva faz, exclamó Héctor, el de tremolante casco: «¡Polidamante! No me place lo que propones de volver á la ciudad y encerrarnos en ella. ¿Aún no os cansáis de vivir dentro de los muros? Antes todos los hombres dotados de palabra llamaban á la ciudad de Príamo rica en oro y en bronce, pero ya las hermosas joyas desaparecieron de las casas: muchas riquezas han sido llevadas á la Frigia y á la Meonia para ser vendidas, desde que Júpiter se irritó contra nosotros. Y ahora que el hijo del artero Saturno me ha concedido alcanzar gloria junto á las naves y acorralar contra el mar á los aqueos, no des, ¡oh necio!, tales consejos al pueblo. Ningún troyano te obedecerá, porque no lo permitiré. Ea, obremos todos como voy á decir. Cenad en el campamento, sin romper las filas; acordaos de la guardia y vigilad todos. Y el troyano que sienta gran temor