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LA ILÍADA

394 Patroclo, cuando hubo separado de los demás enemigos á los que formaban las últimas falanges, les obligó á volver hacia los bajeles, en vez de permitirles que subiesen á Troya; y acometiéndoles entre las naves, el río y el alto muro, los mataba para vengar á muchos de los suyos. Entonces envasóle á Prónoo la lanza en el pecho, donde éste quedaba sin defensa al lado del escudo, y le dejó sin vigor los miembros: el teucro cayó con estrépito. Luego acometió á Téstor, hijo de Énope, que se hallaba encogido en el lustroso asiento y en su turbación había dejado que las riendas se le fuesen de la mano: clavóle desde cerca la lanza en la mejilla derecha, se la hizo pasar á través de los dientes y lo levantó por cima del barandal. Como el pescador sentado en la roca saca del mar un pez enorme, valiéndose de la cuerda y del anzuelo; así Patroclo, alzando la reluciente lanza, sacó del carro á Téstor con la boca abierta y le arrojó de cara al suelo; el teucro, al caer, perdió la vida.—Después hirió de una pedrada en medio de la cabeza á Erilao, que á acometerle venía, y se la partió en dos dentro del fuerte casco: el teucro dió de manos en el suelo, y le envolvió la destructora muerte.—Y sucesivamente fué derribando en la fértil tierra á Erimante, Anfótero, Epaltes, Tlepólemo Damastórida, Equio, Pires, Ifeo, Evipo y Polimelo Argéada.

419 Sarpedón, al ver que sus compañeros, de lorigas sin cintura, sucumbían á manos de Patroclo Menetíada, increpó á los deiformes licios:

422 «¡Qué vergüenza, oh licios! ¿Adónde huís? Sed esforzados. Yo saldré al encuentro de ese hombre, para saber quién es el que así vence y tantos males causa á los teucros, pues ya á muchos valientes les ha quebrado las rodillas.»

426 Dijo; y saltó del carro al suelo sin dejar las armas. Á su vez Patroclo, al verlo, se apeó del suyo. Como dos buitres de corvas uñas y combado pico riñen, dando chillidos, sobre elevada roca; así aquéllos se acometieron vociferando. Viólos el hijo del artero Saturno; y compadecido, dijo á Juno, su hermana y esposa:

433 «¡Ay de mí! El hado dispone que Sarpedón, á quien amo sobre todos los hombres, sea muerto por Patroclo Menetíada. Entre dos propósitos vacila en mi pecho el corazón: ¿lo arrebataré vivo de la luctuosa batalla, para dejarlo en el opulento pueblo de la Licia, ó dejaré que sucumba á manos del Menetíada?»

439 Respondióle Juno veneranda, la de los ojos grandes: «¡Terribilísimo Saturnio, qué palabras proferiste! ¿Una vez más quieres librar