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LA ILÍADA

sos alrededor del valiente servidor del Eácida, de pies ligeros. Y en medio de todos, el belicoso Aquiles animaba, así á los que combatían en carros, como á los peones armados de escudos.

168 Cincuenta fueron las veleras naves en que Aquiles, caro á Júpiter, condujo á Ilión sus tropas; en cada una embarcáronse cincuenta hombres; y el héroe nombró cinco jefes para que los rigieran, reservándose el mando supremo. Del primer cuerpo era caudillo Menestio, el de labrada coraza, hijo del río Esperquio, que las celestiales lluvias alimentan: habíale dado á luz la bella Polidora, hija de Peleo, que siendo mujer se acostó con la deidad del Esperquio; aunque se creyera que lo había tenido de Boro, hijo de Perieres, el cual se desposó públicamente con la misma y le constituyó una gran dote.—Mandaba la segunda sección el belicoso Eudoro, nacido de una soltera, de la hermosa Polimela, hija de Filante; de la tal enamoróse el poderoso Argicida al verla entre las que danzaban al son del canto en un coro de Diana, la diosa que lleva arco de oro y ama el bullicio de la caza: el benéfico Mercurio subió en seguida al aposento de la moza, uniéronse clandestinamente y ella le dió un hijo ilustre, Eudoro, ligero en el correr y belicoso. Cuando Ilitia, que preside los partos, sacó á luz al infante y éste vió los rayos del Sol, el fuerte Equecles Actórida tomó á Filomela por esposa, constituyéndole una gran dote, y el anciano Filante crió y educó al niño con tanto amor como si fuese hijo suyo.—Estaba al frente de la tercera división Pisandro Memálida, que, después del compañero de Aquiles, era entre todos los mirmidones quien descollaba más en combatir con la lanza.—El cuarto escuadrón obedecía las órdenes de Fénix, aguijador de caballos; y el quinto tenía por jefe al eximio Alcimedonte, hijo de Laerces. Cuando Aquiles los hubo puesto á todos en orden de batalla con sus respectivos capitanes, les dijo con voz pujante:

200 «¡Mirmidones! Ninguno de vosotros olvide las amenazas que en las veleras naves dirigíais á los teucros mientras duró mi cólera, ni las acusaciones con que todos me acriminabais: ¡Inflexible hijo de Peleo! Sin duda tu madre te nutrió con hiel. ¡Despiadado, pues retienes á tus compañeros en los navíos contra su voluntad! Embarquémonos en los bajeles que atraviesan el ponto y volvamos á la patria, ya que la cólera funesta anidó en tu corazón. Así acostumbrabais hablarme cuando os reuníais. Pues á la vista tenéis la gran empresa del combate que tanto habéis anhelado. Y ahora cada uno pelee con valeroso corazón contra los teucros.»