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CANTO DÉCIMOQUINTO

442 Así se expresó. Oyóle Teucro y acudió corriendo, con el flexible arco y el carcaj lleno de flechas; y una vez á su lado, comenzó á disparar saetas contra los teucros. É hirió á Clito, preclaro hijo de Pisenor y compañero del ilustre Polidamante Pantoida, que con las riendas en la mano dirigía los corceles adonde más falanges en montón confuso se agitaban, para congraciarse con Héctor y los teucros; pero pronto ocurrióle una desgracia, de que nadie, por más que lo deseara, pudo librarle: la acerba flecha se le clavó en el cuello, por detrás; el guerrero cayó del carro, y los corceles retrocedieron arrastrando con estrépito el carro vacío. Al notarlo Polidamante, su dueño, se adelantó y los detuvo; entrególos á Astinoo, hijo de Protiaón, con el encargo de que los tuviera cerca, y se mezcló de nuevo con los combatientes delanteros.

458 Teucro sacó otra flecha para tirarla á Héctor, armado de bronce; y si hubiese conseguido herirle y quitarle la vida mientras peleaba valerosamente, con ello diera fin al combate que junto á las naves aqueas se sostenía. Mas no dejó de advertirlo en su mente el próvido Júpiter, y salvó la vida de Héctor, á la vez que privaba de gloria á Teucro, rompiéndole á éste la cuerda del magnífico arco cuando lo tendía: la flecha, que el bronce hacía ponderosa, torció su camino, y el arco cayó de las manos del guerrero. Estremecióse Teucro, y dijo á su hermano:

467 «¡Oh dioses! Alguna deidad que quiere frustrar nuestros medios de combate, me quitó el arco de la mano y rompió la cuerda recién torcida que até esta mañana para que pudiera despedir, sin romperse, multitud de flechas.»

471 Respondióle el gran Ayax Telamonio: «¡Oh amigo! Deja quieto el arco con las abundantes flechas, ya que un dios lo inutilizó por odio á los dánaos; toma una larga pica y un escudo que cubra tus hombros, pelea contra los teucros y anima á la tropa. Que aun siendo vencedores, no tomen sin trabajo las naves, de muchos bancos. Sólo en combatir pensemos.»

478 Así dijo. Teucro dejó el arco en la tienda, colgó de sus hombros un escudo formado por cuatro pieles, cubrió la robusta cabeza con un labrado casco, cuyo penacho de crines de caballo ondeaba terriblemente en la cimera, asió una fuerte lanza de aguzada broncínea punta, salió y volvió corriendo al lado de Ayax.

484 Héctor, al ver que las saetas de Teucro quedaban inútiles, exhortó á los troyanos y á los licios, gritando recio:

486 «¡Troyanos, licios, dárdanos, que cuerpo á cuerpo combatís!