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LA ILÍADA

ébil el ánimo á consecuencia del golpe recibido.

440 Los argivos, cuando vieron que Héctor se ausentaba, arremetieron con más ímpetu á los teucros, y sólo pensaron en combatir. Entonces el veloz Ayax de Oileo fué el primero que, acometiendo con la puntiaguda lanza, hirió á Satnio Enópida, á quien una náyade había tenido de Énope, mientras éste apacentaba rebaños á orillas del Sátniois: Ayax de Oileo, famoso por su lanza, llegóse á él, le hirió en el ijar y le tumbó de espaldas; y en torno del cadáver, teucros y dánaos trabaron un duro combate. Fué á vengarle Polidamante, hábil en blandir la lanza; é hirió en el hombro derecho á Protoenor, hijo de Areilico: la impetuosa lanza atravesó el hombro, y el guerrero, cayendo en el polvo, cogió el suelo con sus manos. Y Polidamante exclamó con gran jactancia y á voz en grito:

454 «No creo que el brazo robusto del valeroso hijo de Pántoo haya despedido la lanza en vano; algún argivo la recibió en su cuerpo, y me figuro que le servirá de báculo para apoyarse en ella y descender á la morada de Plutón.»

458 Así habló. Sus jactanciosas palabras apesadumbraron á los argivos y conmovieron el corazón del aguerrido Ayax Telamonio, á cuyo lado cayó Protoenor. En el acto arrojó Ayax una reluciente lanza á Polidamante, que ya se retiraba; éste dió un salto oblicuo y evitóla, librándose de la negra muerte; pero en cambio la recibió Arquéloco, hijo de Antenor, á quien los dioses habían destinado á morir: la lanza se clavó en la unión de la cabeza con el cuello, en la primera vértebra, y cortó ambos ligamentos; cayó el guerrero, y cabeza, boca y narices llegaron al suelo antes que las piernas y las rodillas. Y Ayax, vociferando, al eximio Polidamante le decía:

470 «Reflexiona, oh Polidamante, y dime sinceramente: ¿La muerte de ese hombre no compensa la de Protoenor? No parece vil, ni de viles nacido, sino hermano ó hijo de Antenor, domador de caballos, pues tiene el mismo aire de familia.»

475 Así dijo, porque le conocía bien; y á los teucros se les llenó el corazón de pesar. Entonces Acamante, que se hallaba junto al cadáver de su hermano para protegerlo, envasó la lanza á Prómaco, el beocio, cuando éste cogía por los pies al muerto é intentaba llevárselo. Y en seguida jactóse grandemente, dando recias voces:

479 «¡Argivos que sólo con el arco sabéis combatir y nunca os cansáis de proferir amenazas! El trabajo y los pesares no han de ser