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CANTO DÉCIMOCUARTO

292 Juno subió ligera al Gárgaro, la cumbre más alta del Ida; Júpiter, que amontona las nubes, la vió venir; y apenas la distinguió, enseñoreóse de su prudente espíritu el mismo deseo que cuando gozaron las primicias del amor, acostándose á escondidas de sus padres. Y así que la tuvo delante, le habló diciendo:

298 «¡Juno! ¿Adónde vas, que tan presurosa vienes del Olimpo, sin los caballos y el carro que podrían conducirte?»

300 Respondióle dolosamente la venerable Juno: «Voy á los confines de la fértil tierra, á ver á Océano, padre de los dioses, y á la madre Tetis, que me recibieron de manos de Rea y me criaron y educaron en su palacio. Iré á visitarlos para dar fin á sus rencillas. Tiempo ha que se privan del amor y del tálamo, porque la cólera anidó en sus corazones. Tengo al pie del Ida los corceles que me llevarán por tierra y por mar, y vengo del Olimpo á participártelo; no fuera que te enfadaras si me encaminase, sin decírtelo, al palacio del Océano, de profunda corriente.»

312 Contestó Júpiter, que amontona las nubes: «¡Juno! Allá se puede ir más tarde. Ea, acostémonos y gocemos del amor. Jamás la pasión por una diosa ó por una mujer se difundió por mi pecho, ni me avasalló como ahora: nunca he amado así, ni á la esposa de Ixión, que parió á Pirítoo, consejero igual á los dioses; ni á Dánae, la de bellos talones, hija de Acrisio, que dió á luz á Perseo, el más ilustre de los hombres; ni á la celebrada hija de Fénix, que fué madre de Minos y de Radamanto, igual á un dios; ni á Semele, ni á Alcmena en Tebas, de la que tuve á Hércules, de ánimo valeroso, y de Semele á Baco, alegría de los mortales; ni á Ceres, la soberana de hermosas trenzas; ni á la gloriosa Latona; ni á ti misma: con tal ansia te amo en este momento y tan dulce es el deseo que de mí se apodera.»

329 Replicóle dolosamente la venerable Juno: «¡Terribilísimo Saturnio! ¡Qué palabras proferiste! ¡Quieres acostarte y gozar del amor en las cumbres del Ida, donde todo es patente! ¿Qué ocurriría si alguno de los sempiternos dioses nos viese dormidos y lo manifestara á todas las deidades? Yo no volvería á tu palacio al levantarme del lecho; vergonzoso fuera. Mas, si lo deseas y á tu corazón es grato, tienes la cámara que tu hijo Vulcano labró, cerrando la puerta con sólidas tablas que encajan en el marco. Vamos á acostarnos allí, ya que folgar te place.»

341 Respondióle Júpiter, que amontona las nubes: «¡Juno! No temas que nos vea ningún dios ni hombre: te cubriré con una nube dora-