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LA ILÍADA

y valientes hombres, que tomaban su escudo cuando la fatiga y el sudor llegaban á las rodillas del héroe. Mas al alentoso hijo de Oileo no le acompañaban los locros, porque no podían sostener una lucha á pie firme: no llevaban broncíneos cascos, adornados con crines de caballo, ni tenían rodelas ni lanzas de fresno; habían ido á Ilión, confiando en sus ballestas y en sus hondas de lana de ovejas retorcida, y con las mismas destrozaban las falanges teucras. Aquéllos peleaban con Héctor y los suyos; éstos, ocultos detrás, disparaban; y los teucros apenas pensaban en combatir, porque las flechas los ponían en desorden.

723 Entonces los teucros hubieran vuelto en deplorable fuga de las naves y tiendas á la ventosa Ilión, si Polidamante no se hubiese acercado al audaz Héctor para decirle:

726 «¡Héctor! Eres reacio en seguir los pareceres ajenos. Porque un dios te ha dado esa superioridad en las cosas de la guerra, ¿crees que aventajas á los demás en prudencia? No es posible que tú solo lo reunas todo. La divinidad á uno le concede que sobresalga en las acciones bélicas, á otro en la danza, al de más allá en la cítara y el canto; y el longividente Jove pone en el pecho de algunos un espíritu prudente que aprovecha á gran número de hombres, salva las ciudades y lo aprecia particularmente quien lo posee. Te diré lo que considero más conveniente. Alrededor de ti arde la pelea por todas partes; pero de los magnánimos teucros que pasaron la muralla, unos se han retirado con sus armas, y otros, dispersos por las naves, combaten con mayor número de hombres. Retrocede y llama á los más valientes caudillos para deliberar si nos conviene arrojarnos á las naves, de muchos bancos, por si un dios nos da la victoria, ó alejarnos de las mismas antes que seamos heridos. Temo que los aqueos se desquiten de lo de ayer, porque en las naves hay un varón incansable en la pelea, y me figuro que no se abstendrá de combatir.»

748 Así habló Polidamante, y su prudente consejo plugo á Héctor, que saltó en seguida del carro á tierra, sin dejar las armas, y le dijo estas aladas palabras:

751 «¡Polidamante! Reune tú á los más valientes caudillos, mientras voy á la otra parte de la batalla y vuelvo tan pronto como haya dado las convenientes órdenes.»

754 Dijo; y semejante á un monte cubierto de nieve, partió volando y profiriendo gritos por entre los troyanos y sus auxiliares. Todos los caudillos se encaminaron hacia el bravo Polidamante Pantoida, así que oyeron las palabras de Héctor. Éste buscaba en los comba-