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LA ILÍADA

366 «¡Ayax! Vosotros, tú y el fuerte Licomedes, seguid aquí y alentad á los dánaos para que peleen con denuedo. Yo voy allá, combatiré con aquéllos, y volveré tan pronto como los haya socorrido.»

370 Dichas estas palabras, Ayax Telamonio partió, acompañado de Teucro, su hermano de padre, y de Pandión que llevaba el corvo arco de Teucro. Llegaron á la torre del magnánimo Menesteo, y penetrando en el muro, se unieron á los defensores, que ya se veían acosados; pues los caudillos y esforzados príncipes de los licios asaltaban los parapetos como un obscuro torbellino. Trabóse el combate y se produjo gran vocerío.

378 Fué Ayax Telamonio el primero que mató á un hombre, al magnánimo Epicles, compañero de Sarpedón, arrojándole una piedra grande y áspera que había en el muro cerca del parapeto. Difícilmente habría podido sospesarla con ambas manos uno de los actuales jóvenes, y aquél, la levantó y tirándola desde lo alto á Epicles, rompióle el casco de cuatro abolladuras y aplastóle los huesos de la cabeza; el teucro cayó de la elevada torre como salta un buzo, y el alma separóse de sus miembros. Teucro, desde lo alto de la muralla, disparó una flecha á Glauco, esforzado hijo de Hipóloco, que valeroso acometía; y dirigiéndola adonde vió que el brazo aparecía desnudo, le puso fuera de combate. Saltó Glauco y se alejó del muro, ocultándose para que ningún aqueo, al advertir que estaba herido, profiriera jactanciosas palabras. Apesadumbróse Sarpedón al notarlo; mas no por esto se olvidó de la pelea, pues habiendo alcanzado á Alcmaón Testórida, le envasó la lanza, que al punto volvió á sacar: el guerrero dió de ojos en el suelo, y las broncíneas labradas armas resonaron. Después, cogiendo con sus robustas manos un parapeto, tiró del mismo y lo arrancó entero; quedó el muro desguarnecido en su parte superior y con ello se abrió camino para muchos.

400 Pero en el mismo instante acertáronle á Sarpedón, Ayax y Teucro: éste atravesó con una flecha el lustroso correón del gran escudo, cerca del pecho; mas Júpiter apartó de su hijo la muerte, para que no sucumbiera junto á las naves; Ayax, arremetiendo, dió un bote de lanza en el escudo, penetró en éste la punta é hizo vacilar al héroe cuando se disponía para el ataque. Apartóse Sarpedón del parapeto; pero no se retiró, porque en su ánimo deseaba alcanzar gloria. Y volviéndose á los licios, iguales á los dioses, les exhortó diciendo:

409 «¡Oh licios! ¿Por qué se afloja tanto vuestro impetuoso valor?