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LA ILÍADA

naves. Cuantos fueron hasta aquí los más valientes, yacen en sus bajeles, heridos unos de cerca y otros de lejos por los teucros, cuya fuerza va en aumento. Pero, ¡sálvame! Llévame á la negra nave, arráncame la flecha del muslo, lava con agua tibia la negra sangre que fluye de la herida y ponme en ella drogas calmantes y salutíferas que, según dicen, te dió á conocer Aquiles, instruído por Quirón, el más justo de los Centauros. Pues de los dos médicos, Podalirio y Macaón, el uno creo que está herido en su tienda, y á su vez necesita de un buen médico, y el otro sostiene vivo combate en la llanura troyana.»

837 Contestó el esforzado hijo de Menetio: «¿Cómo acabará esto? ¿Qué haremos, héroe Eurípilo? Iba á decir al aguerrido Aquiles lo que Néstor gerenio, protector de los aqueos, me encargó; pero no te dejaré así, abrumado por el dolor.»

842 Dijo; y cogiendo al pastor de hombres por el pecho, llevólo á la tienda. El escudero, al verlos venir, extendió en el suelo pieles de buey. Patroclo recostó en ellas á Eurípilo y sacó del muslo, con la daga, la aguda y acerba flecha; y después de lavar con agua tibia la negra sangre, espolvoreó la herida con una raíz amarga y calmante que previamente había desmenuzado con la mano. La raíz calmó el dolor, secóse la herida y la sangre dejó de correr.