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LA ILÍADA

aplacarle y le ofrezco la multitud de espléndidos presentes que voy á enumerar: Siete trípodes no puestos aún al fuego, diez talentos de oro, veinte calderas relucientes y doce corceles robustos, premiados, que en la carrera alcanzaron la victoria. No sería pobre ni carecería de precioso oro quien tuviera los premios que tales caballos lograron. Le daré también siete mujeres lesbias, hábiles en hacer primorosas labores, que yo mismo escogí cuando tomó la bien construída Lesbos y que en hermosura á las demás aventajaban. Con ellas le entregaré la hija de Brises que le he quitado, y juraré solemnemente que jamás subí á su lecho ni yací con la misma, como es costumbre entre hombres y mujeres. Todo esto se le presentará en seguida; mas si los dioses nos permiten destruir la gran ciudad de Príamo, entre en ella cuando los aqueos partamos el botín, cargue abundantemente de oro y de bronce su nave y elija las veinte troyanas que más hermosas sean después de la argiva Helena. Y si conseguimos volver á los fértiles campos de Argos de Acaya, será mi yerno y tendrá tantos honores como Orestes, mi hijo menor, que se cría con mucho regalo. De las tres hijas que dejé en el alcázar bien construído, Crisótemis, Laódice é Ifianasa, llévese la que quiera, sin dotarla, á la casa de Peleo; que yo la dotaré tan espléndidamente, como nadie haya dotado jamás á hija alguna: ofrezco darle siete populosas ciudades—Cardámila, Énope, la herbosa Hira, la divina Feras, Antea, la de los hermosos prados, la linda Epea y Pédaso, en viñas abundante,—situadas todas junto al mar, en los confines de la arenosa Pilos, y pobladas de hombres ricos en ganado y en bueyes, que le honrarán con ofrendas como á una deidad y pagarán, regidos por su cetro, crecidos tributos. Todo esto haría yo, con tal que depusiera la cólera. Que se deje ablandar, pues por ser implacable é inexorable es Plutón el dios más aborrecido de los mortales; y ceda á mi, que en poder y edad de aventajarle me glorío.»

162 Contestó Néstor, caballero gerenio: «¡Gloriosísimo Atrida! ¡Rey de hombres Agamenón! No son despreciables los regalos que ofreces al rey Aquiles. Ea, elijamos esclarecidos varones que vayan á la tienda del Pelida. Y si quieres, yo mismo los designaré y ellos obedezcan: Fénix, caro á Júpiter, que será el jefe, el gran Ayax y el divino Ulises, acompañados de los heraldos Odio y Euríbates. Dadnos agua á las manos é imponed silencio, para rogar al Saturnio Jove que se apiade de nosotros.»

173 Así dijo, y su discurso agradó á todos. Los heraldos dieron aguamanos á los caudillos, y en seguida los mancebos, llenando las