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L AF A N F A R L O

No hay nada que no haya intentado. En lugar de las vestimentas sombrías y sencillas con las cuales su mirada antaño se extasiaba, usé trajes alocados y suntuosos como los que usan las actrices. Yo, la casta esposa que él había ido a buscar al fondo de un pobre castillo, desfilé ante él con ropa de mujerzuela; me comportaba espiritual y alegre cuando sentía la muerte recorrer mi corazón. Llene mi desesperación de lentejuelas con mis deslumbrantes sonrisas. Desgraciadamente, él no vio nada. ¡Me pinté de rojo, señor, de rojo! Como puede ver, es una historia banal, la historia de todas las desdichadas, ¡una historia de provincia!

Mientras ella sollozaba, Samuel puso cara de Tartufo agarrado del cuello por Orgón, el inesperado esposo que se lanza del fondo de su escondite, como los virtuosos sollozos de la dama que brotaban desde su corazón, agarrando por el cuello la tambaleante hipocresía de nuestro poeta.

El abandono extremo, la libertad y la confianza de Madame de Cosmelly lo habían animado prodigiosamente,