con menos peligro a las terribles suertes del matrimonio, conociendo las virtudes y debilidades de sus futuros tiranos.”
Samuel no sabía exactamente adónde quería llegar la encantadora víctima; mas se dio cuenta de que hablaba demasiado de su marido como para ser una mujer desilusionada.
Después de una pausa de algunos minutos, como si temiera abordar el hecho funesto, Madame de Cosmelly prosiguió de esta forma:
–Un día, el señor de Cosmelly quiso volver a París; hacía falta que yo resplandeciera y que me ubique a la altura de mis méritos. Una mujer bella e instruida, decía él, se debe a París; tiene que saber actuar delante del mundo y dejar caer algunos rayos de su encanto sobre su marido; una mujer de espíritu noble y de sentido común sabe que no puede esperar gloria alguna a no ser una parte de la de su compañero de viaje, que ella sirve las virtudes de su marido y, sobre todo, que no puede ser respetada si no lo sabe hacer respetar.