Cuando el señor de Cosmelly vino al castillo, pronto sentí por él una viva amistad; comparando su floreciente juventud con la vejez un poco irritable de mi tía, lo hallé de lo más noble y honesto, aparte de que usaba conmigo una galantería de lo más respetuosa. Además se citaban sus más bellos rasgos: un brazo roto en duelo por un amigo algo pusilánime que le había confiado el honor de su hermana, grandes préstamos a antiguos camaradas suyos sin fortuna. ¡Qué sé yo! Tenía con todo el mundo un aire de mando, a la vez afable e irresistible, que sin remedio me dominó. ¿Cómo había vivido antes de llevar con nosotros la vida de castillo? ¿Había conocido otros placeres además de ir de caza conmigo o entonar virtuosas romanzas en mi mal piano? ¿Había tenido amantes? Ni supe nada ni pensé jamás en informarme. Empecé a amarlo con toda la credulidad de una joven muchacha que nunca tuvo tiempo de comparar, y me casé con él –lo que hizo a mi
Página:La Fanfarlo.djvu/45
Esta página ha sido corregida
37
L AF A N F A R L O