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L AF A N F A R L O

muestra siempre como el dios de la impotencia, dios moderno y hermafrodita, ¡impotencia tan colosal y enorme que se torna épica!

¿Cómo ponerles al tanto y hacerles ver con claridad el interior de esta tenebrosa naturaleza, plagada de vivos destellos, perezosa y emprendedora al mismo tiempo, fecunda en designios difíciles y en risibles fracasos; de este espíritu en el que la paradoja toma a menudo proporciones de ingenuidad, y cuya imaginación es tan vasta como la soledad y la pereza absolutas? Uno de los defectos más naturales en Samuel era el de considerarse a la altura de aquellos a quienes admiraba. Después de una lectura apasionada de un hermoso libro, su conclusión involuntaria era: “¡Esto es tan bello, que podría ser mío!”, y de ahí a pensar “Es por lo tanto, mío…” no hay más que un paso.

En el mundo actual este tipo de personaje es mucho más frecuente de lo que se piensa; las calles, los paseos públicos, los cafés y