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DOS PALABRAS.



Sería injusto atribuir á este espectáculo ninguna pretension literaria. Los del género á que pertenece, no son susceptibles de una combinacion filosófica, base y fundamento de los placeres intelectuales. Sacrifícanse á la agradable y material impresion de los sentidos las exigencias del buen juicio, encontrando en la pompa escénica, y muchas veces en fútiles estravagancias, entretenimiento divertido.

Esto es lo único á que se puede creer lícito aspirar con LA ESPADA DEL MAGO, glosa dramática de una antigua conseja, dispuesta con las convenientes modificaciones para presentar en el Teatro no una accion interesante y regular, sino el aparato de siete decoraciones, la reunion y el movimiento de ciento y cincuenta personas, la ilusion de los trages y las armas de otros tiempos, y les encantos de una música deliciosa. Por lo demas fuerza es convenir en que los espectáculos de magia adolecen de un defecto comun y esencial. El prodigio que interviene en el desenlace, hubiera podido intervenir inmediatamente despues de la exposicion, y entónces el resto del drama no era necesario.

Falta observar que este espectáculo no es UN BAILE. Fuera demasiada presuncion denominarlo así, atendido el corto número de partes de esta clase agregadas á la Compañía de declamacion, y la necesidad que ha habido de prescindir de casi todas ellas para el juego pantomímico, porque de lo contrario los pasos bailables no se hubieran podido ejecutar. A no mediar todos los inconvenientes que con esta indicacion vislumbrará el menos perspicaz, los artistas se habrian acomodado oportunamente al plan y desarrollo de una composicion; pero en este caso ha sido preciso que la composicion se calculase de otro modo. Un motivo mas para que el ilustrado Público de la capital favorezca con la benevolencia que naturalmente se asocia á la ilustracion el noble empeño que aun con débiles fuerzas se muestra por complacerle.