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seau y Spencer progresaríamos algo. Entonces los hombres no edificarían «escuelas » sino que plantarían viñas en las cuales la labor de los profesores sería levantar los racimos a la altura de los labios de los niños, en vez de hacer que los niños no puedan gustar, como sucede en el día, más que el mosto de la cultura cien veces atenuado.

En el huevo hay un germen : según su naturaleza ha de abrirse; pero no se abrirá sino en el caso de que el huevo se halle colocado en una temperatura conveniente. En el niño hay muchos gérmenes de facultades industriales, de numerosas vocaciones, pero esas vocaciones no se manifestarán sino en el medio cunstancias favorables a su exteriorización.

Si tenemos órganos, preciso es que se formen y se desarrollen; preciso es dejar a los niños la ocasión de desplegar la naturaleza, y la tarea de los padres y de los educadores consiste en no impedir su desarrollo. Sucede como con las plantas: cada cosa tiene su tiempo; primero las yemas y las hojas, después las flores y los frutos; pero mataréis la planta si la sujetáis a procedimientos artificiales para obligarla a invertir el orden natural de su desarrollo. Preservad, sostened, regad ; he ahí la labor de los educadores.

Los grandes iniciadores del socialismo comprendieron que el principio de todo es la educación. F'ourier y Robert Owen dieron ideas originales que no han sido comprendidas o que han sido descuidadas. En ningún manual de pedagogía se hallan esos nombres, y sin embargo merecen el puesto de honor, porque todas las ideas en las cir-

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