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podia haber clérigos, ni se pagaba al clero existente, que iba concluyendo como por inanicion. Llegó el momento del actual concordato, y cuando crei que con los nuevos nombramientos sobrára tiempo para verificar la impresion dicha, hallé que al dar un abraso de enhorabuena al Dean nuevamente nombrado Dr. D. Nicolás Calzadilla, quedó admirado de verme en sana salud; y mucho mas, noticioso de cuanto habia trabajado durante la miseria de operarios en la Iglesia Catedral, y durante el Cólera. Yo habia quedado estacionario en mi destino de Doctoral ( fácil es adivinar la cáusa habiendo sido Diputado de las Córtes de 1822 y comprendido en el infame nombre de amnistía), porque el Gobierno se hallaba persuadido de que un ataque de perlesía me tenia postrado en cama poco menos que insensato. Pero yo, que como tal Diputado de aquella época, jamás habia vestido el escapulario de pretendiente, oí esto con mi ordinaria indiferencia, contentándome con desmentir con mi conducta las palabras falaces y mentidas de los Caritativos Eclesiásticos que me hacian la guerra á salva mano. Entonces recurrí á mi auxilio ordinario de la lectura, y al cumplimiento de mi obligacion; y curioso de