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Y las ondas mecidas blandamente
Con sus trémulos ayos reflectian,
Y ya cási tocaba en la ribera
De la tierra famosa, dó la hija
Poderosa del Sol, que sonar hace
Sin cesar las florestas escondidas
Con su canto armonioso; y retirada
Estaba en el palacio donde habita,
Que en la noche ilumina con la llama
De odórifero cedro; y diestra agita
Con los ágiles dedos la ruidosa
Lanzadera, que en hilos presta gira
De su flexible tela; desde lejos
Se oye al leon rugir, cuando resista
A la cadena, y exhala en las tinieblas
De la noche su rabia; tambien gritan
Los osos encerrados en establos,
Y los lobos ahullan; todos víctimas
Desgraciadas que la Diosa infáusta
Por medio de sus mágicas bebidas,
De la figura humana las privára,
Y crueles alimañas parecian.
Mas Neptuno temiendo que el virtuoso
Troyano entrase en la fatal bahía,
Y sufriera mudanza tan terrible,
De viento favorable entonces hincha
Las velas, y pasaron los escollos,
Que en púrpura brillante revestia,
A las ondas y al aire colorando,
La roja Aurora que su carro gira.
Cuando el aire callado y sin aliento
En calma fuera, que ni el remo agita