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LIBRO SEGUNDO

sagrado. Aquellos cincuenta tálamos, esperanza de tanta descendencia, los soberbios porticos enriquecidos de trofeos y del oro de los bárbaros, todo cayó. Los Griegos han llevado lo que no destruyeron las llamas.

Tal vez preguntarás cuál fue el destino de Priamo.

Desde que vio la triste suerte de la ciudad rendida y despedazadas las puertas del palacio, y al enemigo en medio de sus aposentos, se pone inútilmente sobre sus espaldas trémulas ya por la edad, una armadura largo tiempo desusada; se ciñe una espada, para el inútil, y se lanza á morir en medio de los mas densos batallones.

Un grande altar habia en medio del palacio y al aire libre, y junto á él un antiguo laurel que cubria las aras con sus ramas y guardaba con su sombra los Penates. Alli Hecuba y sus hijas, cual palomas que lijeras se agrupan por la negra tempestad, rodeaban el altar, y sentadas tenian en vano abrazadas las estátuas de los Dioses. Así que ella við á Priamo que habia tomado las armas que en sujuventud uso, le dijo: "; misero esposo! qué delirio tan crudo te hace ceñirte esas armas? ¿Adónde vas? No es un auxilio tal, ni tales defensores, lo que en este dia se necesita; no, aunque mi Héctor mismo estuviese ahora. Ven aqui: este altar nos protejerá á todos, ó juntos moriremos". Hablo asi, le trae cerca de ella, y sobre el sagrado asiento hace reposar á aquel anciano..

Pero he ahí que uno de los hijos de Priamo, Polites,