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LA ENEIDA

yo me sepultara, mi brazo lo habria merecido!... Nos arrancamos de alli con Ifito y Peleas: Ifito ya pesado por sus años, y Peleas lento en su andar por una herida recibida de Ulises.

Los grandes gritos que se oian nos llaman al pronto al palacio de Príamo. Alli se sostenia un combate tan encarnizado como si en ninguna otra parte se peleara y nadie muriera en la ciudad. Alli vimos todas las furias del indomable Marte: á los Griegos precipitándose al palacio y agruparse á la entrada formando la tortuga[1]. Ponenescalas en las paredes, procurando subir por susgradas sobre los mismos portales, protejiéndose con los escudos que llevan en la izquierda y asiendo con la diestra las altas cornizas. Los Troyanos por su parte derriban las Torres y los altos techos de las casas: y cuando ven llegada la fatal hora procuran defenderse con esas armas hasta el último aliento. Arrojan sobre los enemigos los dorados maderos, ilustres ornamentos del palacio de nuestros abuelos. Otros desenvainan sus lucientes espadas, se colocan co las puertas interiores y las guardan estrechando sus filas.

Formando nuevos ánimos corrimos á socorrer el palacio del Rey, á dar vigor á los guerreros con nuestra ayuda y á reanimar á los vencidos. A las espaldas del palacio habia una entrada, pasadizos desusados y puertas secretas por las que entre si se comunicaban las habitaciones de Príamo, y por las cuales, cuando el reino