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LIBRO SEGUNDO

drá pintar la matanza de aquella noche, contar los muertos, y para tantas desgracias tener bastantes lágrimas? ¡Cae demolida aquella antigua ciudad por tantos años soberapa! Multitud de cadáveres están esparcidos por las calles, las casas y los pavimentos sagrados de los Dioses. Pero no solo los Teucros derraman su sangre (que algunas veces el corage renace en el corazon de los vencidos), los griegos vencedores caen tambien. Por todas partes está el llanto lastimoso, en todas el terror y la muerte en sus diversas imágenes.

El primer Griego que se nos presenta es Androgeo seguido de numerosa tropa, el cual engañado cree que somos de los suyos, y nos dirije estas palabras amistosas: Apresuraos compañeros. ¿Qué indolencia os retiene tanto? Otros saquean y llevan las riquezas de la incendiada Pérgamo, y vosotros recien bajais de las naves?" Dijo, y de repente (pues que nuestras respuestas le hacian desconfiar), vió que habia caido en medio de enemigos.

Quedo espaotado: se calla y retrocede. Como aquel que entre tupidos espinales pisa por descuido una serpiente oculta en la tierra, y temblando huye al pronto de ella, la cual se levanta enfurecida hinchindo su ceruleo cuello, no de otra manera Androgeo huye espantado á nuestra vista. Los acometemos y los rodeamos de espesas armas.

No conociendo absolutamente los lugares, y vencidos por el terror, caen á nuestros golpes. La fortuna nos sonrie en este primer encuentro. Chorebo, mas àudaz con este su-