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LA ENEIDA

matarlo. El, al parecer espantado, prosigue, y con la falsedad en el corazon, dice: "Muchas veces los Griegos cansados ya, habian deseado huir, abandonando á Troya, y renunciar á esta larga guerra. ¡Ojalá lo hubieran hecho! Pero otras tantas terribles tempestades del mar los detuvieron, ó al irse los aterraron los vientos. Principalmente cuando estaba concluido este caballo, construido de fuertes maderos, las nubes bramaban por todo el cielo. Llenos de espanto mandamos á Euripilo á consultar el oráculo de Apolo, y él desde el santuario del Dios nos trajo estas tristes palabras: "¡Oh Griegos![1]. Con sangre de una virgen degollada aplacasteis los vientos, cuando por primera vez vinisteis á las costas de Troya: con sangre debeis buscar vuestra vuelta sacrificando á un Griego.

"Asi que este decreto fué conocido del ejército, se pasmaron todos y un temblor helado corrió por la médula de sus huesos, inciertos á quien la muerte preparen los Hados, á quien pida Apolo. Entonces Ulises con grande tumulto trae al medio de los Griegos al adivino Calchas: úrjele á esplicar aquel oráculo de los Dioses, y ya muchos me anunciaban la cruel maldad del traidor, y dentro de si preveian lo que iba á suceder. Calchas guardó silencio por diez dias: se encierra en su casa y no quiere que por su boca nadie sea descubierto, ó espuesto á morir, hasta que al fin, excitado por los grandes clamores