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LA ENEIDA

hacer efectivo el engaño, y abrir á los Griegos las puertas de Troya; con valor para todo y preparado para ambos estremos, ó á burlarlos ó á sucumbir á una muerte inevitable. La juventud Troyada por el deseo de verle, de todas partes confusamente corre, le rodean, y todos á cual mas insultan at prisioncro. Sabe ahora las perfidias de los Griegos, y por el crimen de uno de ellos, conócelos á todos.

Asi que estuvo en medio de la reunion, abatido y con fingido terror, recorre con sus ojos los grupos Troyanos esclama: "¡Ay! en lo sucesivo qué tierras, qué mares podrán ampararme! ¡Oh! qué refugio queda al fin á este desgraciado, para quien ya no hay asilo ni entre los Griegos, y cuando los mismos Dárdanos enfurecidos piden mi suplicio y mi sangre." Aloir este lamento los ánimos cambiaron y se calmó todo el furor. Le exortamos á hablar: que nos diga de qué sangre desciende, á qué viene y qué confianza debemos tener en un prisionero. El, depuesto al fin el temor, habla asi: " Oh Rey! venganme las desgracias que vinieran, te diré la verdad; y ante todo, no negaré que soy de la nacion de Argos. Pues aunque la injusta fortuna se cebo en el infeliz Sinon, no podrá hacerme perfido é impostor. Tal vez hablando de estos sucesos, á tus oidos ha llegado el nombre de Palamedes descendiente de Belo, cuya ilustre gloria ha publicado la fama, al cual, inocente, los Griegos acusándole talsamente de traicion, le condenaron a