Página:La Eneida - Dalmacio Velez Sarsfield y Juan de la Cruz Varela.pdf/78

Esta página no ha sido corregida
77
LIBRO SEGUNDO

sente de los griegos, ó que sea quemado por las llamas, ó que las cavidades de su vientre se barrenen con el fierro para sondear sus cavernas. El pueblo incierto se dividia en opiniones contrarias, cuando Laocoon scguido de grande multitud, adelantándose á todos, baja desde la alta ciudadela y desde lejos esclama: "¡Oh desgraciados ciudadanos! ¿Qué delirio es el vuestro? Crecis que los enemigos se han ido, ó que hay algunos dones de los Griegos que carezcan de perfidia? ¿Así conoceis á Ulises? O en este madero se ocultan encerrados los Griegos, ó esta máquina se ha construido para que arrimada á nuestros muros puedan ser observadas las casas, y dominar desde arriba la ciudad, ella algun otro fraude oculta. Desconfiad Troyanos de ese caballo. Sea lo que fuere, yo temo á los Griegos aún con sus presentes."

Dijo, y con potentes fuerzas le arrojó una enorme jabalina en los flancos del monstruo, la cual se enterró en las tablazones de su curvo vientre, se fija alli temblando, y al rechazo del golpe retumban sus profundas cavidades, y lanzan un jemido. Si otros hubieran sido los decretos de los Dioses, á no ser nuestro propio engaño, ó si con el fierro hubiéramos registrado esas cuevas de los Griegos, ¡Troya! aún existirias. ¡Soberbio palacio de Priamo! aún estarias en pié.

Pero he ahí que unos pastores Troyanos, con grandes gritos, traen al Rey un joven desconocido con las manos atadas por la espalda. El mismo se habia entregado para