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LA ENEIDA

izquierda á Segesto, despues å otros, al fuerte Gias y al fuerte Cloanto.

A la primera vista de un tal hombre y con caso tan estraño, quedo asombrada la Sidonia Dido, y así le habla: "Hijo de una Diosa, que destino contrario os persigue con peligros tan grandes? ¿Qué poder os ha arrojado sobre estas bárbaras riberas? Sois pues aquel Eneas que del Dárdano Anquises la alma Venus dió á luz cerca de las ondas de Troyano Simois? Yo bien me acuerdo que[1] Teucer, espelido del suelo pátrio, vino á Sidon buscando un nuevo Reino por el favor de Belo. Mi padre Belo entonces devastaba la opulenta Chipre, y vencedor se señoreaba en ella. Desde aquel tiempo, ya supo las desgracias de la ciudad Troyana, vuestro nombre y el de los Reyes Griegos. Aunque enemigo, él mismo ensalzaba á los Teucros, y se jactaba de descender de antigua sangre de Troyanos.

Venid, pues, oh jóvenes, á morar en nuestras casas. A mi tambien igual fortuna me precipito en largos trabajos, hasta que quizo al fin fijarme en esta tierra. Conociendo bien la desgracia, he aprendido á socorrer á los desgraciados" Así dijo, y á su real palacio lleva á Eneas[2]. Al mismo tiempo ordena fiestas en los templos de los Dioses, y en tanto envia á los troyanos que habían quedado á bordo, veinte toros, cien grandes puercos de enormes lomos, cien gordos corderos con sus madres, y los do-