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LA ENEIDA

sus héroes, y los incendios de una guerra tan famosa? Los Fenicios po tenemos corazon tan insensible, ni tan lčjos de la ciudad de Cartago unce el sol sus caballos.

Bien sea que deseeis ir á la grande Hesperia, ó á los campos de Saturno, á la tierra de Erix, ó al Reino de Acestes, os mandaré seguros con auxilios bastantes, y os ayudarė con mis tesoros. Quereis quedaros conmigo en este Reino? Esta ciudad que estoy fundando es vuestra. Poned vuestras naves en la ribera. Los Tirios y Troyanos serán iguales para mi, y ojalá que el mismo Rey Eneas conducido por igual viento se presentara aqui! Mas yo enviaré súbditos fieles por todas las costas, y mandaré explorar hasta los confines de la Libia, por si náufrago anda errante en los bosques ó en las ciudades." El padre Eneas y el fuerte Achates, animados con estas palabras, ya ansiaban romper la nube que los cubria. Anticipose Achates á hablar á Eneas: "Hijo de una Diosa, ¿qué resolucion tomas ahora? Ves ya todo asegurado, la flota y nuestros compañeros que han vuelto[1]. Solo una nave falta, la cual nosotros mismos vimos sumerjirse en medio del mar. Todo lo demás corresponde á lo que dijo tu madre".

Apenas habia dicho asi, cuando de repente la nube que los cubre se rompe, y se evapora por los serenos aires. Aparece Eneas resplandeciente con viva luz, semejante á un Dios en rostro y cuelo, porque su misma ma-