Página:La Eneida - Dalmacio Velez Sarsfield y Juan de la Cruz Varela.pdf/48

Esta página no ha sido corregida
47
LIBRO PRIMERO

jovenes. Cual en las riberas del Eurotas, ó en los collados del Cinto, Diana dirijiendo el coro de Ninfas, con mil criadas que la van siguiendo de uno y otro lado amontonadas, la aljaba lleva al hombro, y marchando sobre todas las Diosas se levanta, y el corazon de Latona palpita con secreto gozo: tal iba Dido, tal dichosa andaba entre los suyos, apresurando los trabajos, monumentos para los reinados venideros[1].

Llegada á las puertas del santuario de la Diosa, sento.

se rodeada de guardias en un alto solio levantado en medio de la bóveda del templo. Ali daba leyes á sus súbditos, les administraba justicia, les repartia en justas proporciones las tareas de sus trabajos, ó las encomendaba á la suerte, cuando Eneas de repente ve acercarse por entre el grande concurso á Anteo y á Sergesto y al fuerte Cloanto, con otros Troyanos que la negra tempestad habia dispersado en el revuelto mar y arrojado lėjos á otras riberas. Quedó absorto, y como él, pasmado Achates de gozo y miedo. Impacientes arden por darles las manos, pero lo desconocido del suceso les deja incierta el alma; se contienen, y ocultos en las cóncavas nubes que los cubre, esperan saber la suerte que ha cabido á sus compañeros, en qué ribera dejen la armada, y qué objeto les traiga. Estos eran los elejidos de todas las naves que venian á pedir gracia, y llegaban al templo entre los gritos de la multitud, Despues de entrados, y obtener la licencia de hablar .