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LA ENEIDA

en batalla echan de la colmena á los zánganos, tropa perezosa, anda la obra á prisa, y la miel despide la fragancia del tomillo. "¡Oh afortunados, " esclama Eneas, "aquellos cuyos muros ya se levantan!" Y mira atento las altas torres de la ciudad. Cubierto por la niebla, (inaudita cosa) éntrase en medio de ellos, mézciase en la multitud, sin ser visto de ninguno.

En el centro del lugar que ocupa ahora la ciudad, hubo un bosque amenisimo por su sombra, donde los Fenicios, luego de arrojados de alli por las olas y por los huracanes, cavando, encontraron el signo que la Regia Juno habia indicado, la cabeza de un caballo de batalla, dando á entender así que ese pueblo seria eternamente ilustre en la guerra y de grande abundancia. Allí la Sidonia Dido edificaba un inmenso templo á Juno, rico por las ofrendas y estátua de la Diosa. Su suelo de bronce se levantaba sobre altas gradas; sus grandes maderos trabados por el bronce: y rechinaban los quicios en las puertas tambien de bronce. Aqui un nuevo espectáculo se ofrece á su vista, que desde el primer momento calma sus temores y le hace esperar prospera fortuna, confiado que muy pronto su aflijido estado cambiaría. Pues entretanto que, esperando á la Reina, andaba por el grande templo mirando cuanto en él habia, cuando admiraba el feliz estado de la ciudad, el ingenio de los artifices, y lo difícil de sus obras, vé los combates de Troya dibujados por orden, la guerra entera esparcida