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LIBRO PRIMERO

ra en secreto los crueles destinos de Lico, al fuerte Gyan y al fuerte Cloanto.

Daban ya término á sus lamentos, cuando Júpiter desde el alto cielo, mirando este bajo mundo, el mar cubierto de velas, las riberas y los numerosos pueblos, se paró en el Pináculo del Olimpo y fijó sus miradas en los Reinos de la Libia. Mientras que tales cuidados ocupan su pensamiento, Venus, triste, bañados de lágrimas sus brillantes ojos, le habla así: "Oh tú, cuyos eternos decretos gobiernan á los hombres y á los Dioses: tủ que estremeces el universo con tus rayos qué crimen tan grande ha podido cometer contra ti mi Eneas? ¿Qué han hecho los Troyanos, para que despues de sufrir tantas muertes, el mundo entero se les cierre por alejarlos de Italia? Sin embargo tú me habias prometido que en un tiempo, en el transcurso de las edades, de la sangre de Teucres vuelta á llamar á Italia, nacerian los capitanes Romanos, cuya absoluta dominacion abrazaría la tierra y los mares. ¿Por qué causa, oh padre, has variado de resolucion? Con esta esperanza yo me consolaba de la caida y de la triste ruina de Troya, compensando destinos al fin propicios, con destinos largo tiempo contrarios.

Pero ahora, despues de tantas desgracias sufridas, la misma suerte persigue á los Troyanos. ¿Qué término pues, oh grande Rey! pones á sus trabajos? Antenos escapado de entre las huestes griegas pudo penetrar hasta el golfo de la Iliria, atravesar sin peligro por el in-