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LA ENEIDA

Yenerable por su piedad y méritos, callan y se preparan aoirle, y él con sus palabras gobierna los espiritus y aplaca los corazones; así cesó todo el bramido de las olas despues que el Dios arrojó sus miradas sobre los mares, y dirijiendo á diversas partes sus caballos dio ricnda suelta á su ligero carro, que vuela llevandole en apacible atmosfera.

Los fatigados compañeros de Eneas se esfuerzan en ganar las mas cercanas riberas y se dirijen hacia las costas de la Libia. Hay en una larga bahia, un lugar en el cual una isla forma un puerto por la posicion de sus costados. En ellos toda ola de la mar se rompe y parte en brazos estrechos. Por ambos lados se levantan altas rocas y dos peñascos que amenazan á los cielos, y bajo su abrigo duermen en profundo silencio aguas apacibles.

Arriba se presentan en anfiteatro espesas arboledas y un oscuro bosque que estiende sobre el agua su horrible sombra. En el costado opuesto hay una gruta entre pe- ñascos pendientes. Dentro de ella las aguas son dulces y hay asientos de piedra viva. Esta es la mansion de las ninfas del mar. Alli ningunas amarras detienen á las cansadas naves, ni es menester que las asegure el ancla con su corvo diente. Eneas despues de reunidas todas las naves, introdujo en ella siete, únicas que le quedaban. Los Troyanos ansiosos de tomar tierra se lanzan á gozar de la ansiada playa y reposan en la ribera sus cuerpos empapados de agua salada. Achates el primero,