ces montañas de agua que se precipitan desde sus cumbres. Los unos penden en la cima de las aguas.
Para otros el mar se abre, y entre las olas agitadas les muestra su fondo, donde hierven las arenas en remolinos. El Noto arroja tres naves á romperse sobre rocas ocultadas, que los de Italia llaman Altares[1] las cuales están en medio de las ondas y su inmensa espalda iguala con la superficie de las aguas. El Euro arrastra otras tres desde la alta mar (lastimoso espectáculo!), las lanza en los bajíos y sirtes, encállalas en los vados y las rodea con un muro de arena. Una enorme ola embiste en presencia de Eneas la nave que llevaba los Liceos y al fiel Orontes, lanzándose desde su cima sobre la popa. El piloto encorvado sobre el timon es arrancado de alli y arrojado cabeza abajo. La misma ola acomete la nave por todos lados: la revuelve tres veces sobre sí misma, y en raudo vértice la sepulta en el abismo. Algunos pocos aparecen nadando en el vasto Océano; y en sus ondas, las armas de los guerreros, las tablas de los buques y los tesoros de Troya. Ya la valiente nave de llioneo, la del fuerte Achates, las que llevaban á Abas y al anciano Alethes, son vencidas por la tempestad. Sueltos los enlaces de sus costados, se abren y todas ellas reciben la enemiga onda.
Entretanto sintió Neptuno que una tempestad deshecha conmovia el mar con inmenso ruido y le agitaba desde su profundo fondo. Previendo las consecuencias,
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