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LIBRO SEXTO

Fabio el grande, que defiriendo vencer nos conservarás el vacilante imperio?[1].

"Puede ter que otros pueblos te aventajen en dar aliento al bronce y hacer nacer del frio mármol rostros animados: serán mejores oradores ó describirán con mas saber por medio del compás el movimiento del cielo, y anunciarán el movimiento de los astros. Tu, pueblo Romano, ocúpate solo de gobernar al mundo.

Esta serà tu ciencia: dar leyes en la paz, perdonar á los vencidos, y domnar á los soberbios."

Asi el padre Anquises hablaba á Eneas y á la Sibila que le escuchaban asombrados, y luego añade: “Ved que viene el ilustre Marcelo cargado de opimos despojos. Adornado con la palıma del triunfo sobresale entre todos. Él detendrá la caida de la República Romana cuando la sacudan inmensos desórdenes; hará morder el polvo á la caballería de Cartago y al indomable Galo, y será el tercero que cuelgue en el templo de su padre Quirino las armas tomadas al enemigo".

En ese momento Eneas que ve que iba al lado de Marcelo un hermosísimo joven con su armadura resplandeciente, pero su frente triste y sus ojos y su rostro clavados en el suelo, le dice: "¡Oh Padre! ¿Quién es aquel que en tal estado acompaña al héroe que viene? ¿es hija suyo, ó algun descendiente de su ilustre raza? ¡Qué bellísimo séquito le rodea! Cuán semejante á Marcelo! pero una oscura noche revuela su lúgubre som-