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LA ENEIDA

colinas, y será tan feliz por una sucesion de héroes, cual la Diosa Berecintia[1] cuando coronada de torres recorre en su carro las ciudades de la Frigia, ufana de ser la madre de los Dioses y abraza sus cien hijos todos inmortales, y que habitan las mas altas regiones de los Cielos.

“Vuelve ahora tus ojos hacia acá. Mira á ese pueblo: son tus romanos. Este es César, y esa, toda la posteridad de lulo que habitará en la bóveda del cielo.

"Este, este varon es aquel que tantas veces me oiste prometerte[2]. Augusto César, descendiente de un Dios, el cual renovará en el Lacio los siglos de oro, en que en otro tiempo reinó Saturno. El extendera su imperio sobre los Garamantes y los Indios hasta en los climas situados mas allá de los astros, mas allá de los términos del año y del Sol: donde Atlas que sostiene el cielo en sus hombros, hace jirar la celeste boveda coronada de ardientes astros. Al anuncio que de su llegada han hecho los oráculos divinos, tiemblan ya los reinos del mar Caspio, las tierras que rodean la laguna Meotis, y se conmueven llenas de espanto las siete bocas del Nilo. Ni Alcides, aunque agarrara la cierva de piés de bronce; aunque hubiera puesto la paz en los bosques del Erimanto y hecho temblar con su arco á la Hidra de Lerna; ni el Dios Baco cuando triunfante soltaba su carro desde la cumbre del Nisa tirado por tigres con riendas de verdes pámpanos, recorrieron como él tantos países. ¿Y dudas todavia extender tu