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LA ENEIDA

dencia, magnánimos héroes nacidos en más felices dias, Ilo, Azaraco, y Dárdano fundador de Troya.

Vieron allí con asombro á lo lejos las argas y los vacios carros de los héroes, las lanzas clavadas en tierra, y los caballos que vagan sueltos paciendo en la campaña.

El mismo afecto que tuvieron en vida á los carros y á las armas, el mismo placer que hallaron en criar hermosos caballos, los sigue, bajo de tierra.

Y he ahi que miran á otros á su derecha é izquierda comiendo sobre el prado y cantando en coros el festivo Pean bajo fragantes bosques de laureles, de donde el caudaloso rio Eridano aparece sobre la tierra y revuelve sus olas por entre las selvas.

Allí están los guerreros que combatiendo derramaron su sangre por la Patria: los sacerdotes que guardaron castidad mientras tuvieron vida; y los divinos poetas que cantaron versos dignos de Apolo. Los que endulzaron la vida por artes que inventaron: los que por sus beneficios eternizaron su memoria. La frente de todos ellos está ceñida con candidas vendas.

Rodeada de todas estas almas, la Sibila les habla, dirijiéndose á Museo, á quien vé en medio de la multitud sobresaliendo por su alta talla. "¡Dichosas almas! ¡Y tủ cl mejor de los poetas! Decidme, ¿en qué rejion, en qué lugar se encuentra Anquises? A él buscamos, y por él hemos atravesado los famosos rios del Erebo". El vate asi la responde en pocas palabras: "Ninguno de