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LIBRO SEXTO

Aqui el camino se divide en dos. El de la derecha conduce al palacio del grande Pluton; por él iremos nosotros á los campos Eliseos. El de la izquierda va al impio Tártaro donde los crímenes reciben los castigos." Deifobo responde: "Poderosa sacerdotiza, no te irrites: yo me retiro: volveré á las tinieblas y me juntaré á las otras almas. Y tú, honor de los Troyanos, anda, anda, y goza de mejor suerte que la nuestra." Esto solo dijo, y en acabando se fué.

Eneas alza impensadamente los ojos y vé å la izquierda detrás de una roca, un vasto edificio rodeado de triple muro, al cual el Tártaro Flegeton, removiendo peñascos con grande estrépito entre las rápidas olas, circunda por por todos lados con torrentes de llamas. Al frente estaba una inmensa puerta entre columnas de duro diamante, que ni las fuerzas de los hombres, ni la de los mismos inmortales bastarian á romper con el fierro. En el centro una torre de acero se levantaba sobre los aires.

En el vestíbulo, Tişifone está sentada guardándole, en vela siempre noche y dia, teñidos con sangre sus vestidos. Se oian alli gemidos, el chasquido de crudos azotes, el rechinar del hierro y el ronco son de cadenas que se arrastran. Eneas se detiene y espantado escucha aquel ingrato ruido y la dice: "¡Oh Virgen! dime, qué cri- Ininales. son esos? ¿con pena les atormenta? ¿Por qué estos lamentos y azotes que hieren los aires? Entonces la protetiza comenzó á hablarle aşi: "fa-