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LIBRO SEXTO

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cuerpo destrozado; su rostro crudamente lacerado; cortadas sus dos manos; sus sienes despedazadas por haberle arrancado as orejas y truncada la nariz por una torpe herida. Apenas le reconoció y advirtió que estaba temblando de vergüenza procurando ocultar sus crueles llagas, le dijo con aquella voz que le era tan conocida: "Valeroso Deifobo, descendiente de la ilustre sangre de Teucer ¿quién fue el que se complació en tomar tan cruel venganza? quién se atrevió á hacer en ti tan fiero estrago? Yo habia oido que en aquella ultima noche de Troya, cansado de tanta carnicería de griegos, habias caido muerto sobre un monton de los muchos alli degollados. Entonces yo mismo te construí un Cenotafio en la costa de Reto, y tres veces en alta voz te di el último adios. Tu nombre y tus armas protejen ahora ese lugar[1]. No pude ¡oh amigo! hallar tu cuerpo y cubrirle al partir, con la tierra de la Patria".

El hijo de Priamo le responde asi: "¡Oh amigo! nada te ha quedado por hacer: has llenado todos tus deberes con Deifobo y su triste sombra. Es solo mi destino y el horrendo crimen de la Espartana Helena los que me han sumerjido en tal desgracia. Estas son las memorias que de ella deja al mundo. Recordarás, pues que jamás lo podremos olvidar, que pasábamos aquella última noche de. Troya en traidores gozos, cuando el fatal caballo lleno su vientre de infantes armados entro sin obstáculo por las altas murallas de Pérgamo. Ella en-