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LA ENEIDA

aleja de la ribera del ya invadeable rio y ocupa la portada.

Asi que estuvo en ella, oye lainentables llantos y agudos vabidos. Eran las almas de los tiernos niños que Hloraban á la entrada de los Infiertios. Arrebatados del seno de las madres, perdieron la dulce vida, y una tenebrosa noche los sepultó en su amarga lobreguez.

Cerca de ellos están los condenados á muerte por falsos crímenes.

El lugar que cada una de las almas ocupa no ha sido señalado sin que la suerte y un juicio le designe. Minos, juez de los muertos, revuelve la urna y llama á juicio á las mudas almas y averigua su vida y sus delitos.

Alli inmediato están, tristes y melancólicos, los que tal vez inculpables se dieron la muerte con sus manos, y odiando la vida arrojaron con desprecio sus almas.

¡Cuánto desearian ahora sufrir bajo la bóveda de los cielos la pobreza y los mas duros trabajos! Los destinos no lo permiten, y el odioso lago Estigio, revolviendo nueve veces sobre sí mismo, los retiene en sus tristes aguas y los encadena allí.

No lejos, se vé una llanura estensa por todos lados á la cual llaman Valle de lágrimas. Alli andan separadas, en apartadas sendas, aquellas á quienes un violento amor consumió con su letal veneno. Un bosque de mirtos los oculta por todos lados: y aún en el reino de la muerte no los dejan las ansias amorosas. En esos lugares