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LIBRO SEXTO

villas, si ya Acates que habia sido mandado adelante no llegara junto con Deifobe, hija de Glauco y sacerdotiza de Apolo, y dle Hecata, la cual dice al Gefe Troyano estas palabras: “No es este el tiempo de mirar esos cuadros; ahora debes inmolar siete becerros del ganado destinado á los sacrificios, y otras tantas ovejas elejidas segun costumbre". Despues que habló así á Eneas, y cuando ya los Troyanos habian cumplido sus órdenes, la sacerdotiza los conduce á su alto templo.

En las grandes faldas de las montañas de Cuma, está escavada una cueva, desde la cual cien anchas calles conducen á otras tantas puertas, por las que salen con estrépito en otros tantos écos las fatidicas respuestas de la Sibila. Cuando hubieron llegado á la entrada, la virgen esclama: "Ya es tiempo de consultar el oráculo, el Dios viene: he ahi al Dios." Diciendo estas palabras ante la puerta del templo, cuando ya entonces el númen del Dios la inspira su aliento de mas cerca, su rostro de súbito se desfigura, su color cambia, erizanse sus desordenados cabellos, su pecho respira con trabajo, la sacra rabia hinchale el corazon con sus furores, su talla se agranda, y su voz no entona ya mortal sonido. "Troyano Eneas, le dice, atardas aún en hacer tus votos y plegarias? ¿ tardas? Pues antes que lo hicieres, no se te abrirán las grandes puertas de este asombroso templo.” Dijo estas palabras y calló. Un temblor de hielo corrió por los fuertes huesos de los Troyanos: y el