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LA ENEIDA

arrancó á su caida; y mientras Palipuro llamaba en vano muchas veces á sus compañeros, él, volando cual lijera ave, se remonta en los sútiles aires. No por esto la flota deja de correr segura por el mar, pues marcha confiada en las promesas del Dios Neptuno. Ya tocaban en los escollos de las Sirenas, en otro tiempo peligrosos, los cuales blanqueaban con los huesos de tantos que habian perecido alli: ya tambien las rocas batidas perpétuamente por las olas, bacian oir hasta lejos su ronco estruendo, cuando el Padre Eneas advirtió que la nave, perdido el Piloto, vogaba sin gobierno. Ponese él mismo à dirijirla por entre las oscuras ondas; suspirando de continuo y aflijida su alma con la desgracia de su amigo.

“; Palinuro! dice, por demasiado confiado en la bonanza del cielo y del mar, quedarás insepulto en desconocida tierra",