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LA ENEIDA

todavía ahora me anima el mismo espiritu. Deja todo temor: llegará seguro al puerto del Averno adonde tú deseas. Uno tan solo de sus compañeros llorara perdido en la mar; una sola víctima será sacrificada por todas 99 las otras.

Luego que con estas palabras hubo calmado el amoroso corazon de la Diosa, el padre Neptuno unce sus caballos al carro; poneles espumantes frenos para domar su fiereza; alárgales de sus manos todas las riendas, y rápido vuela por la superficie de las aguas en su cerúleo carro. Las ondas se van al fondo y el mar hinchado aplana sus olas bajo del tronador eje: los nublados huyen del ancho cielo: aparecen entonces los Dioses que le acompañan de figuras varias. A la derecha inmensos peces, el antiguo coro de Glauco, y todas las Nereydas que preside Forco, Palemon hijo de la Diosa Ino, y los lijeros Tritones. A la izquierda van Tetis, Melites, y la casta Panopea, Nocia, Espio, Talia y Cimodocea.

En ese momento un suave gozo renace á su vez en la vacilante alma del padre Egeas. Al pronto manda arbolar todos los mastileros y tender las velas en sus brazos.

Los marineros, á cual con mas empeño, tiran las cuerdas y sueltan los lienzos, tanto de la derecha como de la izquierda; tuercen y retuercen á una la altas antenas, y los prosperos vientos impelen las naves. Palinuro, gefe de los pilotos, vá adelante dirijiendo el denso escuadron, y á los demás se les habia ordenado que lo siguieran,