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LIBRO QUINTO

de improviso en el mar de la Libia, confundiendo el Océano con los cielos, fiada en vano en las tormentas de Eolo. A asto se atrevio en tu imperio, y he ahi un nuevo crimen. Instigando á las matronas Troyanas ha incendiado traidoramente las naves, y ha obligado á Eneas, por la pérdida de los buques, á dejar en tierra estraña á muchos de sus compañeros. Yo te suplico, pues, que á los que restan, les permitas vogar seguros por tus ondas, y que puedan llegar al Laurentino Tiber, si es que reclamo lo que me está concedido, y si es que las Parcas me dan esas mansiones, "

Entonces el hijo de Saturno, señor del profundo mar, la contestó con estas palabras: "Puedes, Citerea, tener confianza en mi imperio, de cuyas aguas naciste. Yo tambien la merezco. Muchas veces aplaqué el furor y la insana rabia del cielo y del mar. Aún en la tierra no fué menos mi cuidado por tu Eneas: el Xanto y el Simois me son testigos. Cuando Aquiles persiguiendo á los Troyanos, arrojaba dentro de las murallas sus desfallecidas falanges, dando muerte á muchos miles, cuando los rios gemian colmados de cadáveres, y el Xanto no hallaba camino por donde pudiera precipitarse hasta el mar, entonces yo arrebate á Eneas cubriéndole en una nube, que desigual en fuerzas y en auxilios divinos, combatia con el valiente hijo de Peleo; aún cuando en aquella época deseaba arrancar desde sus cimientos las murallas de la perjura Troya, construidas por mis manos. Aún