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LA ENEIDA

dos unos con otros: y las mismas mujeres y aquellos mismos á quienes antes parecia horrible la vista del mar, é insufrible su Dios, desean partir y. someterse á todas las fatigas del viaje. El buen Eneas los consuela con amistosas palabras, y llorando les recomienda á su pariente Acetes; y manda luego inmolar tres becerros á Erix; una cordera á las tempestades; y que se suelten por orden las amarras. El, léjos ya de las riberas, parado sobre la popa, ceñida la cabeza con gajos de oliva, y teniendo en la mano una copa, arroja á las saladas ondas las entrañas de las víctimas y derrama en ellas el sagrado vino. El viento que se levanta de popa impele á los viajeros: los remeros baten å porfia el mar y corren por sus aguas.

Pero Vénus entretanto, combatida por grandes cuidados, lanza de su pecho estas quejas á Neptuno y le habla así: " La cruel zaña de Juno y su insaciable corazon me obligan, ¡oh Nepluno! á descender á todo género de súplicas, pues que no la aplacan ni el largo tiempo que ha pasado, ni sacrificios algunos, ni vencida se rinde á las órdenes de Júpiter, ó de los Hados. No es bastante á sus injustos odios haber extinguido del mundo la gran ciudad de los Frigios y haber arrastrado sus reliquias por todo género de sufrimientos, sinó que aún persigue las cenizas y los huesos de la extinguida Troya. Ella sabrá la causa de tan gran furor. Tu mismo eres testigo de la gran tempestad que poco ha levanto