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LIBRO QUINTO

la santa harina y cargado el inciensario, venera humilde los Lares de Pérgamo y el santuario de la casta Vesta.

Al momento llama á sus compañeros, á Acetes el primero, y les hace saber la orden de Júpiter, los consejos de su caro padre, y la resolucion que tiene tomada. Ningun obstáculo encuentra á sus designios, ni Acetes rehusa secundarlo. Destinan para la nueva ciudad las mujeres, y separan á todos los que quieran quedarse, y á los que no inflama el amor de la gloria. Ellos, pocos por su número, pero de ardiente valor en las batallas, renuevan los bancos, reparan los maderos de los buques destruidos por el fuego y surten å las naves de remos y de cuerdas. En tanto Eneas designa con el arado la nueva ciudad; reparte las habitaciones, ordena que ese pueblo sea otra llion[1], y que todos los lugares recuerden á Troya. El Dárdano Acetes se coinplace con su nuevo reino. Señala tambien el foro y les da leyes, despues de haber reunido á los ancianos. Dedica un templo à Vénus de Idalia en la cumbre del monte Erix que se acerca á los astros; pone sacerdotes en el túmulo de Anquises y le rodea por larga distancia de un sagrado bosque.

Ya todo el pueblo había pasado nueve dias en banquetes y sacrificios. Prósperos los vientos calmaban las ondas, y otra vez el Austro soplando de continuo, llamaba las naves al alta mar. Dolientes llantos se oyen entonces en toda la corva ribera; pasan el dia y la noche abraza-