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LIBRO QUINTO

en cero eanegrecido por violentos huracanes se lanza de todo el cielo. La cubierta de los buques se llena, se empapan las maderas á medio quemar, y al fin todo el fuego se extingue, y todas las naves escepto cuatro perdidas, se salvaron del incendio. Pero el padre Eneas consternado por un suceso tan acerbo, se absorbio profundas reflexiones sobre contrarios proyectos, indeciso, si olvidando el decreto de los Hados se establecería en las campañas de Sicilia ó iria á buscar las costas de Italia. Entonces el anciano Nautes á quien la Tritonia Palas habia instruido y hecho célebre por su mucha ciencia en los presagios, esplicaba en sus respuestas lo que pronosticaba esta grande zaña de los Dioses, ó lo que exijia el orden de los destinos, y despues de consolar á Eneas le dice estas palabras: " Hijo de una Diosa! vamos y volvamos por donde los destinos nos arrastran, sea por donde fuese. Con la constancia, todas las desgracias se vencen. Aquí tienes al Dárdano Acetes de estirpe divina; asociale á tus consejos; entrégate á su amistad; confiale aquellos que quedan sobrantes por la pérdida de las naves, y los que no quieran seguir tu fortuna y tus grandes proyectos: déjale los muy ancianos, y las mujeres fatigadas de los mares, y todo aquel que no sea capaz ó que tema los peligros; y permiteles que construyan su pueblo en estas regiones, y que llamen á la nueva ciudad Aceta, si este nombre se les permite.

Eneas inflamado con estas palabras del anciano amigo,