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LIBRO QUINTO

falta en estas solemnes exequias y que no puede hacer á Anquises los debidos honores". Dijo así, y las madres, al principio dudosas é irresolutas, comenzaban á mirar las naves con ojos malévolos, luchando entre el desgraciado amor á la tierra en que estaban, y el imperio á donde las llamaban los destinos, cuando la diosa desplegando sus alas, se elevó en los aires, trazando en su fuga un arco inmenso bajo de las nubes. Entonces las troyanas atonitas con aquel prodigio, y dominadas de un ciego furor sueltan el grito, arrebatan el fuego encendido en los sagrarios, otras despojan los altares de sus leños, y echan á las naves las teas, las ramas y los tizones encendidos.

Elincendio abandonado á su furor, devora los bancos, los remos y las pintadas popas de las naves.

Eumelo corre al sepulcro de Anquises noticiando á todos los que estaban en los asientos del circo, del incendio de las naves; y que ellos mismos miran negras pavesas revolverse entre nubes de humo. Ascanio el primero, que alegre dirijía los movimientos ecuestres, lleno de ardor se dirije como estaba en su caballo al tumultuoso campo, sin que sus ayos llenos de espanto puedan contenerle, y les dice: "¡Ah desgraciadas Troyanas! ¡qué inesperada furia es esta! ¡que pensais! ¡cuáles son vuestras miras! No son los Argivos, no son las enemigas naves de ellos, sino vuestras esperanzas las que destruis con el fuego. Miradme, soy vuestro Ascanio". Y arroja á los piés de ellas su ya inútil yelmo con que se habia cubierto