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LA ENEIDA

Océano, y siendo el juguete de las ondas. Estos países eran los de Erix, hermano de Eneas, y Acetes nos da aquí hospitalidad: ¿qué impide levantar la murallas y dar á los troyanos una ciudad? Oh patria! ¡oh Dioses arrancados en vano del enemigo! Ya no habrá murallas que se llamen murallas de Troya? Jamás veré yo los rios de Hector, el Xanto y el Simois? ¿Y no correis á incendiar conmigo estas funestas naves? Pues sabed que la imájen de la profética Casandra se me ha aparecido en sueños dándome antorchas encendidas y diciéndome: Buscad aquí á Troya, este es el lugar de vuestra mansion.

El momento de obrar ha llegado: despues de presagio tan claro no trepidemos; he ahí cuatro altares consagrados á Neptuno: el inismo Dios nos dará las llamas y el valor preciso ".

Diciendo esto, ella la primera arrebata con violencia de los altares el fatal tizon y con furioso brazo le agita en el aire, haciendo brillar sus llamas por larga distancia, y le lanza sobre las naves. Atónitas, asombradas quedaron las Troyanas; pero entonces una de ellas, la mayor de edad, Pirgo, rėjia nodriz de tantos hijos de Priamo las dice: "¡ Matronas! la que veis no es Beore, no es esta la del Cabo Récio, la esposa de Doriclo. Mirad en sus radiantes ojos los signos claros de la divina beldad; notad su fragante aliento, su rostro, el acento de su voz y su marcha al andar. Yo misma acabo de separarme de Bcore dejándola enferma y lamentándose de que ella sola